miércoles, 1 de febrero de 2012

Mujeres poetas de la Edad Media


Si alguna mujer aprende tanto como para escribir sus pensamientos,
que lo haga y que no desprecie el honor sino más bien que lo exhiba,
en vez de exhibir ropas finas, collares o anillos... (Cristina de Pisan)

El papel de la mujer en la Edad Media era muy pequeño, sólo se le consideraba por su capacidad de procrear. “La mujer ideal debía dedicarse a desempeñar las labores de esposa y de madre; o bien, dedicarse al mundo conventual. Su existencia no tenía, pues, valor en sí misma, sino que estaba subordinada al otro: el marido o Dios”. (Cabanes Jiménez)

Pero a partir del siglo XII, con los trovadores y el progreso de la cultura urbana, lo que se pensaba de la mujer fue cambiando. “Al desprecio y a los malos tratos sucedieron la adoración, el respeto y la admiración”. (Bonnassie, 22)

A pesar de esto, no había un lugar para las mujeres en la escritura, sin embargo, algunas se atrevieron a desafiar esta condición y decidieron escribir como Hildegard von Bingen, Elisabeth de Schönau, Hroswitha de Gandersheim, Eloísa de Argenteuil, María de Francia, Leonor de Aquitania, La Condesa de Dia, María de Ventardorn, Cristina de Pizán, Leonor López de Córdoba, entre otras.

Hildegard von Bingen “fue conocida por su labor científica y por sus experiencias místicas” (Miaja, 223). Comenzó a escribir por mandato divino, después de una experiencia mística que tuvo; en su primera obra Scivias recopiló todas sus visiones y los mensajes recibidos por Dios. Era una mujer con muchos conocimientos sobre teología, medicina y ciencias naturales; alguna vez deseó enseñar, pero por su condición de mujer no se lo permitieron. Sobre estos temas escribió muchos textos, además de poemas, canciones y algunas cartas escritas a personas diversas. De las canciones, ella también componía la música. “La música no era un simple acompañamiento de la liturgia, sino expresión de la armonía del cosmos que el hombre percibe en su experiencia estética”. (Saranyana, 92)

Hildegard escribe sobre la condición de la mujer y el hombre, apoyada con fuentes bíblicas.
...que Eva fuese creada del varón supone una cierta superioridad, según Bingen, de la mujer, porque ésta no viene de la tierra: es, por ello, más “aérea y hábil o diestra”. Y, por lo contrario, por ser de la tierra, el varón es más cruel y violento. El hombre simboliza el Antiguo Testamento; la mujer, por su debilidad, el Nuevo. (Saranyana, 93)
Ella no habla de la superioridad de la mujer, sino de una igualdad y complementariedad de ambos. Se interesó mucho sobre las peculariedades femeninas, pero no en un sentido, como hoy podríamos llamar, feminista.

Elisabeth de Schönau fue influenciada por la Biblia, la liturgia y los escritos de Hildegard. Ella también tenía experiencias místicas, pero de una manera distinta, tenía visiones, apariciones y alteraciones físicas. Se sabe que conoció a Hildegard por unas cartas que se conservan que se escribieron entre ellas. Sus escritos se basaron en las revelaciones que tenía y contienen mensajes para todo tipo de personas.

Hroswitha de Gandersheim era una monja, al igual que Hildegard y Elisabeth. No se conocen muchos datos de su vida. Su poesía se inspira en la Iglesia y en la poesía clásica latina.

María de Francia es considerada la primera mujer escritora de Francia, no se sabe casi nada de su vida. Tradujo algunas fábulas de Fedro, que llamó Ysopet y una narración de San Patricio sobre el purgatorio. Sus obras más conocidas son los lais, que tratan temas amorosos, en los que le concede libertad a la mujer, haciendo que sean las que dan el primer paso.

Eloísa de Argenteuil es conocida por sus cartas a su amado Abelardo. Ellos se amaban pero el tío de Eloísa no quería que estuviera con él, por lo que escapan y se casan, después Abelardo es castrado por lo que hizo, pero Eloísa aun así lo amaba. Abelardo se sentía culpable por lo que hizo y se metió de monje, y Eloísa hizo lo mismo convirtiéndose en monja, aunque siempre lo amó. Su noción era que la mujer era inferior al hombre.

De las “trobairitz” (trovadoras) no se conocen muchos datos y los que se saben son muy inciertos. En sus composiciones se notan diferencias con la de los trovadores masculinos; ellas no idealizaban, “destaca la capacidad de expresar el deseo femenino sin sublimarlo pero también sin reducirlo a exceso informe” (Cabanes Jiménez) y cantaban al amor perdido. La mayoría de las mujeres escritoras, eran monjas, ya que esto les permitía desarrollarse intelectualmente.


FUENTES
Bonnassie, Pierre. Vocabulario básico de la historia medieval. Trad. Manuel Sánchez Martínez. Barcelona: Crítica, 1988.
Cabanes Jiménez, Pilar. “Escritoras en la Edad Media”. Espectáculo. Revista de estudios literarios. No. 33, julio-octubre 2006, año XI. Universidad Complutense de Madrid. 30 oct. 2009.
Miaja, María Teresa. “Hildegarda de Bingen y el arte de vivir”. Caballeros, monjas y maestros en la Edad Media. Ed. Walde, Lillian von der, Concepción Company y Aurelio González. México: UNAM y El Colegio de México, 1996. 221-230.
Saranyana, Josep-Ignasi. La discusión medieval sobre la condición femenina (Siglos VIII al XIII). Salamanca: Publicaciones Universidad Pontificia de Salamanca, 1997. 

El amor, enfermedad de la Edad Media


El amor hereos era una enfermedad que figuraba en los libros de medicina en la Edad Media. Esta enfermedad sucedía cuando una persona se enamoraba de otra y no era correspondido; el problema se daba porque “el amante esculpe en su alma la cara del amado” (Culianu, 62), entonces su alma se convierte en la imagen del ser amado y se le pasa a éste, y a causa de esto, el sujeto se queda sin alma y si no es curado, puede morir; para que no sucediera esto, el ser amado debe corresponder el amor y darle su alma, para que así cada quien tenga un alma, el alma del otro, es decir, “A se ha transformado en B, B se ha transformado en A” (Culianu, 63). Pero si no era correspondido, el sujeto se quedaba sin alma y era reducido al no-existir.


Esta enfermedad iniciaba cuando el sujeto queda fascinado[1] con una persona en especial y no se cansa de mirarla, “emite por sus pupilas tanto espíritu[2] mezclado a la sangre que su organismo pneumático[3] se debilita y su sangre se espesa” (Culianu, 61), entonces el sujeto sufre.

Los síntomas de esta enfermedad, según Bernardo de Gordonio en su Lilio de Medicina son: la pérdida del sueño, del comer y del beber; su cuerpo adelgaza, salvo los ojos, tienen profundos pensamientos con llorosos suspiros. Si oyen cantares de separación de amores en seguida comienzan a llorar y entristecerse, y si los oyen de unión en seguida comienzan a reír y a cantar. Su pulso es diverso y no ordenado, pero es veloz, frecuentemente y alto si la mujer que ama llega al enamorado o la nombrasen o pasase delante de él. También explica la causa, que es creer en la perfección del ser amado y que si la pudiese tener, alcanzaría su felicidad. Entonces el enfermo descuida su cuerpo y no hace caso de la razón. Para curar esta enfermedad, el médico primero recurre apelando a su razón, hablándole de los peligros del mundo, el juicio final y los gozos del Paraíso, pero si el enfermo no reacciona, el médico para a darle azotes, le cuenta cosas tristes para que se olvide de su otra tristeza, después le cuenta cosas alegres, lo aleja del ocio dándole ocupaciones para que se olvide del ser amado, le dice que se vaya a viajar, que ame a muchas mujeres para que se olvide de una, le ofrece música; pero si el enfermo no se cura, entonces recurre a buscar a una anciana que le hable mal de su amada; y si con esto no se cura, el enfermo ya no tiene remedio y está destinado a la locura y después la muerte. (Rodríguez González)



[1] “La fascinación es una fuerza que, partiendo del espíritu del fascinador, entra en los ojos del fascinado y se introduce hasta en su corazón. Es espíritu es pues el instrumento de la fascinación; emite, por los ojos del cuerpo, unos rayos parecidos a él mismo y lleva consigo la virtud  espiritual” (Culianu, 61)
[2] “...el espíritu está definido por los médicos como un vapor sanguíneo, puro, sutil, caliente y luminoso. Producido por el calor del corazón a partir de la sangre más sutil, se eleva hacia el cerebro y sirve al alma para ejercer activamente los sentidos internos así como los sentidos externos.” (Culianu, 59)
[3] Pneuma en griego, significaba “espíritu”.




FUENTES

Culianu, Ioan P. Eros y magia en el Renacimiento. Trad. Neus Clavera y Hélène Rufat. Madrid: Siruela, 1999.
Rodríguez González, María Teresa. “La filosofía, la medicina y la poesía en la Edad Media: Sobre el amor”. Revista UNAM: Revista Digital Universitaria. 10 de diciembre de 2008 Vol. 9, No. 12. Universidad Autónoma de México. 3 nov. 2009.